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lunes, 14 de mayo de 2012

He llegado a Valencia. Por Audrey y Terry.



He llegado a Valencia; nadie en la calle, el calor destierra a la gente a sus casas y os encuentro esperándome en el lugar acordado. Mi corazón late agitado por el encuentro, pero sobre todo por el motivo de mi visita. Saludo a tu marido con un efusivo abrazo, como si nos conociéramos desde hace mucho tiempo, y nosotros nos damos un pequeño beso en los labios que se me antoja la chispa que ha de encender mi mecha. Vamos en busca del coche y le dices a tu marido que conduzca, que nosotros viajaremos detrás...

Subimos al coche y la excitación me invade y aviva aún más el calor que corre por mis venas. Lo dispones todo perfectamente para que tu marido pueda seguir nuestros movimientos a través del retrovisor, desde el otro lado del espejo. Yo tan sólo puedo atisbar su mirada en el pequeño cristal, una mirada viva que no quiere dejar pasar un detalle. Tu mano comienza a deslizarse como una serpiente entre mis piernas y descubres que tu presencia a mi lado ya ha surtido efecto. Paso un brazo por detrás de tu cuello y comienzas a frotar mi polla con delicadeza, con detenimiento, esperando que se ponga más dura...

La atenta mirada de tu marido no se aparta de tu rostro, observa cómo se van dibujando en él trazos de placer y lascivia. Comienzo a besar tu cuello, acariciándolo con mis labios y agarras con más fuerza mi pantalón. No se ha hablado de cómo ha ido el viaje ni de cosas superfluas; ya habrá tiempo para eso, es momento de dar rienda suelta al frenesí... Llegamos a casa y en el ascensor te abrazas a mi y empiezas a besarme, te das la vuelta y colocas tu culo en mi polla... te coges a tu marido y subes y bajas mientras gimes... el reducido espacio en el que nos encontramos ambienta el momento: tu marido contra una de las paredes viendo cómo acaricias mi polla con tu culo a escasos centímetros... No aguanto más y te agarro por las caderas y te aprieto contra mí; busco con la mano izquierda tu sexo y lo descubro empapado; el bulto de mis pantalones se acomoda entre tus nalgas y tu coño necesita lo que se le ha estado prometiendo con las manos...

Salimos del ascensor y tu marido abre la puerta mientras mis manos se pierden entre tus piernas; se cierra la puerta y el rellano queda en silencio, un silencio que augura lo que va a suceder en el interior de la vivienda... Todo está preparado; tu marido ocupa su lugar y nosotros el nuestro; de pronto tus palabras rompen el silencio: “Hazme lo que quieras... él sólo puede mirar”. Me arranco los pantalones y sin quitarte la ropa interior comienzo a saborear las mieles que han quedado en ella. Aparto el delgado cordón del tanga y paso mi lengua desde el clítoris hasta el culo, deleitándome en el pequeño y oscuro objeto de deseo que se muestra ante mí. Estás a cuatro patas y sin soltar tus muslos acerco mi boca a tu oído y te digo que quiero follarte la boca, no me la vas a chupar, yo te la meteré y la sacaré para que tu marido pueda verlo bien. Te coloco la polla, amoratada por la excitación, sobre los labios y los abres dulcemente dejándola entrar. Comienzan los gemidos y el sudor, acaricio tu pelo mientras siento tu lengua en mi glande; la tienes toda en tu boca y yo estoy a punto de correrme en ella.

Puedes saborear las primeras gotas pero la saco y te doy la vuelta, mirando a tu marido, para que pueda ver tu cara mientras te follo. Te empiezo a joder desde atrás aprovechando mis largos brazos para tocar tu clítoris y la saliva empieza a gotear de tu boca. Acerco dos dedos a tu lengua y te la meto hasta que sientes cómo mis calientes huevos quedan aprisionados contra ti. Humedeces mis dedos y los llevo a tu culo para estimularlo. Le digo a tu marido: “Voy a follármela por el culo”, él no dice nada. Te pregunto: ¿Quieres?”, “Siiiii... aaaahh”. Saco mi polla, mojada por tu coñito, y escupo en tu culo. Lo reparto bien con mi capullo y presiono para que entre, pero no la meto... no voy a dejar que te corras tan fácilmente. Me echo para atrás y quedo tumbado, pero te arrastro conmigo y te subo encima de mí con las piernas bien abiertas, para que tu marido pueda observar lo que voy a hacer. Estás encima de mí, de espaldas, y te pido que seas tú quien se la meta en el culo; obedeces y entra sin oposición, con cada centímetro que penetra elevas el tono de tu gemido. La postura es ideal para que sobes mis huevos y mi culo mientras te follo el tuyo; yo te abro el coño y te meto tres dedos que inmediatamente lamo con desesperación para llevarlos a tu boca después. Sigo masturbándote hasta que te corres y los movimientos de tus músculos hacen que me corra en tu culo.

Sientes el calor de mi leche en tu culo y los espasmos son cada vez más violentos. Saco mi polla y entre tus nalgas se han mezclado nuestros orgasmos; estamos sudados y yo chupo con avidez tu cuello; el sabor salado de tu cuerpo me excita aún más y vuelvo a metértela por el culo, a lo que tu marido hace un amago de intervenir pero se queda sentado. Es tu noche y la mía. La saco y bebo de tu coño el embriagador líquido que brota de él y te follo, esta vez cara a cara... Los besos se vuelven salvajes, casi nos chupamos las bocas y froto mi cara contra tus tetas sin dejar de follarte como un animal en celo, con nuestras manos entrelazadas y los brazos en cruz; vuelves a correrte y yo eyaculo en tu rasurado monte de Venus. Pasas un dedo por mi leche y la saboreas, después te saboreo yo a ti. Las sábanas están pegadas a nuestros cuerpos y le pides a tu marido que prepare un baño... pero esa... es otra historia.

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