Traducir página y relato

jueves, 26 de enero de 2012

Ventajas e inconvenientes. Por Ricardo Manzanaro.



La tía estaba de quitar el hipo. Gracias a su cubierta corporal no le hacía falta la ropa, y así resultaba aún más sensual. Cada curva de su silueta brillaba, más bien deslumbraba, cuando se cruzaba en el camino de alguna de las luces de la discoteca, destacando así su perfecta anatomía. El hiperflexible cuello le permitía repartir miradas insinuantes, abarcando así un amplio ángulo, en busca de algún tío potable entre tanto baboso y cutre-ligón sacado de comedia española de los 70. De pronto sus órbitas multicoloreadas se detuvieron unos segundos al descubrir a Alberto. Luego continuó con el barrido visual.

Tras finalizar la pesquisa se giró y comenzó a caminar en dirección a él. Su cuerpo variaba de color según se iba acercando. Por segundos la textura que tapizaba su cuerpo la hacía parecer rebozada en hojas secas, ser una flor de orquídea o una chica Freixenet. Se movía cimbreando las caderas y con los brazos ligeramente flexionados. Sus manos aterrizaron sobre los hombros de Alberto, anclándose con firmeza. Y, a su vez, él comenzó a pasear sus manos por aquella coraza reluciente. En ese momento una embriagante nube de feromonas viajó de la tía a Alberto, ocasionándole un desparrame de neurotransmisores y el consiguiente “ponersecomounamoto”.

Poco después los dos se revolcaban en la cama de la habitación de un hotel. Alberto manoseaba el duro y quitinoso tronco de la tía mientras a ésta se le desprendían capas de muda. Sus labios, formando un tubo, parecía que succionaban a Alberto cuando se morreaban. Mientras, en la testa de ella, las antenas vibraban sin cesar. Los sensuales movimientos de los segmentos de la mujer se tornaron espasmódicos cuando comenzaron a llegar al orgasmo. El ritmo lo marcaba ella, agarrando a Alberto con aquel pedazo de extremidades. En ese momento él pensó que lo de echar un polvo con un híbrido genético de mujer e insecto tenía sus ventajas.

Entonces, con un brusco movimiento de brazos y piernas, ella giró el cuerpo de Alberto 180º y lo sujetó con fuerza. Descomunales punzones surgieron de los brazos de la mujer, clavándose en puntos no vitales de la anatomía de Alberto. El grito de dolor del hombre quedó enmascarado por los chillidos de excitación de ella, que comenzó a perforar con frenesí el cráneo del chico. Éste pataleaba, intentando soltarse. Pero en las extremidades de ella aparecieron nuevos pinchos que no tardaron mucho en asaetear aún más a su compañero sexual. Por los boquetes abiertos en la cabeza ella se lanzó con fruición y gula a devorar los sesos de Alberto, que emitió un agudo estertor previo a fallecer.

No le dio tiempo a considerar que echar un polvo con un híbrido genético de mujer y mantis religiosa también presentaba algunos inconvenientes.

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